Nadie tiene que casarse para ser feliz, porque la felicidad no depende de con quién te cases, o si te casas o no. La felicidad depende de tu relación con Dios, no con alguien más.
A muchos no les agrada la posibilidad de no casarse. Esto se debe, en parte, al énfasis tan fuerte que existe en la cultura de casarse y, muchas veces, la presión directa o indirecta de la familia. En nuestras sociedades se escuchan frases como “te va a dejar el tren”, o “te dejó el tren”. Además, nos referimos al ser soltero(a) como “la soltería” casi en término de desprecio.
Pongamos las cuentas en orden. Dios valorizaba que alguien fuera soltero(a). En 1 Corintios 7:7-9 Pablo dice: “Quisiera más bien que todos los hombres fueran como yo; pero cada uno tiene su propio don de Dios, uno a la verdad de un modo, y otro de otro. Digo, pues, a los solteros y a las viudas, que bueno les fuera quedarse como yo; pero si no tienen don de continencia, cásense, pues mejor es casarse que estarse quemando”.
Este pasaje pone las cosas en perspectiva. ¿Podría estar en el plan de Dios para tu vida que permanezcas soltero(a)?
¡Seguro! El ser soltero(a) puede estar en el plan perfecto de Dios para tu vida.
Nadie tiene que casarse para ser feliz, porque la felicidad no depende de con quién te cases, o si te casas o no. La felicidad depende de tu relación con Dios, no con alguien más. Entonces, vale la pena preguntarse: ¿tengo o no el don de ser soltero o el don de continencia?
Menciono esto porque la mayoría de los chicos a los cuales les he hecho esa pregunta pronto contestan “NO”.
En una conferencia de jóvenes adultos y profesionales en la que tuve la oportunidad de hablar, platiqué con varios de ellos y ellas acerca de este tema de los novios y novias.
A uno en particular le pregunté si él creía tener el don de ser soltero. Se puso inmediatamente de pie, se acercó mirándome directamente a los ojos y me dijo:
– Jeffrey, ¿qué don? ¡Me estoy quemando!
A este chico yo podía recomendarle que se diera una ducha con agua fría o que hiciera ejercicios. Este muchacho estaba convencido que tenía que casarse, ¡y pronto!
Me alegró saber que él rápidamente entendió que todo este tema no debía tomarse en una forma apresurada, especialmente cuando consideramos que casarse es un compromiso para toda la vida.
No podemos entrar al matrimonio pensando que si algo no sale como lo planeamos, tenemos una salida. El divorcio nunca debe ser una opción. En mi opinión jamás debería de mencionarse esa palabra en el matrimonio.
Recuerdo haber estado caminando en una ciudad importante y leer un rótulo que me dejó con la boca abierta. El letrero decía: “Se alquilan anillos de matrimonio”. ¿Leíste bien?… “Se alquilan anillos de matrimonio”.
Aunque no lo creas, el contrato de arrendamiento de los anillos tenía estas opciones: un mes, tres meses y el compromiso máximo de alquilarlo, que era durante cinco años.
La definición de amor se ha reducido hoy a algunos sentimientos o atracción física. ¿Dónde quedó el auténtico compromiso? ¿Dónde quedó la decisión de ser fiel y continuar haciendo todo lo posible y hasta lo imposible para evitar que se destruya el matrimonio?
Para dirigirnos hacia el matrimonio debemos utilizar la entrada correcta. Y, seguramente, la mejor forma de entrar es haciendo la voluntad de Dios.
¿Existe el ideal? Otro tema que vale la pena mencionar es el de las princesas y los príncipes. Este tema es el que argumenta que tiene que haber alguien perfecto para mí, esperándome. ¡ERROR! Nadie es perfecto.
No sueñes demasiado con un príncipe azul sin imperfecciones y sin errores. Tampoco puedes esperar encontrar la mujer perfecta. La mujer perfecta NO existe y, si existiera, al unirse con alguien como somos algunos de nosotros, la arruinaríamos.
Existen muchas personas maravillosas. Personas con educación, responsables, agradables, espirituales y alegres. Existen personas buenísimas, pero no perfectas. Todo ser humano por muy lindo o linda que sea, está afectad por el pecado. El pecado en el ser humano arruina y destruye aún las cosas que son buenas en su interior. Pero no idealices a la que será tu esposa o esposo, pues sufrirás un gran desengaño cuando compruebes que también tiene defectos, como los tienes tú, y como los tenemos todos los seres humanos.
Esto no quiere decir que no hay alguien sobre este planeta que podría ser tu pareja ideal. Si está en los planes de Dios que te cases, seguramente esa persona ya está pensando en ti también.
¿Hacemos una lista? He aquí algo muy importante. Esto del matrimonio y encontrar a la pareja ideal no es cuestión de hacer una lista con tus gustos y opinión y llevársela a San Nicolás.
El matrimonio es mucho más que casarte con alguien que posee las cualidades o parecer que a ti te gustan.
El matrimonio es casarse con alguien que complemente tus debilidades, alguien que pueda suplir tus necesidades de pareja, alguien en quien puedas apoyarte y se apoye en ti, alguien que te dé las fuerzas para enderezarte, si pierdes el camino hacia Dios. En otras palabras, la idea de hacer una lista de cosas que te gustaría ver en tu pareja estaría bien si supieras todas tus necesidades al cien por cien y las consideraras más importantes que los bellos ojos, las medidas perfectas, la sonrisa del millón y los músculos firmes.
No olvides que la lista solamente considera la enumeración de cualidades que tú deseas; pero ¿qué de las lista de la otra persona? ¿Eres tú esa persona? ¿Tienes tú esas características?
Para evitar la confusión aclaremos y recordemos que el único que conoce más de nuestros gustos y opiniones, es Dios, quien no solamente nos entiende, sino que también sabe muy bien cuáles son nuestras necesidades.
Sería mejor si Él hiciera la lista… ¡y nos la mostrara! Sería mejor si lo dejáramos a Él ser nuestro Dios y coordinar los detalles del encuentro. Sería mejor si evitáramos a toda costa centrar nuestra atención en este tema, y permitir que sea Dios el que arregle los detalles.
A manera de aclaración quisiera decirte que no tengo nada en contra de hacer una lista, siempre y cuando la lista esté alineada con lo que Dios quiere para ti.
Dios es el experto en relaciones. Él está más interesado que tú mismo en que seas feliz.
Pero como Dios es un caballero, no te forzará para que lo dejes que se ocupe de arreglar los detalles. Si tú insistes en meter las manos en lo que no te corresponde, sin duda Dios te dará esa libertad. Pero piensa: ¿estás tú más capacitado que el mismo Dios para saber qué es lo que en verdad te conviene?
Tomado del libro: Cómo encontrar tu pareja ideal de Editorial Dinámica.