El Espíritu de Dios le habla a nuestro espíritu y nuestro espíritu le habla a nuestra mente y a nuestro cuerpo. Ahora que tenés a Cristo, tenés que fortalecer tu espíritu. Pero viene algo más complicado. Si vos recibiste a Cristo como Salvador a los 20 o 30 años, hasta esa edad te gobernó tu alma. Entonces ahora tu alma no quiere que tu espíritu la gobierne, quiere gobernar ella y hay una lucha, explica Pablo, entre el espíritu y el alma. Tu espíritu dice: “Voy a alabar a Dios”; tu alma dice: “¡Noooo, quedate en casita que hace calor”; y tu parte carnal dice: “Andá y metele la pierna adelante a ese desgraciado, así se cae”. Por esa lucha interna, de a ratos somos almáticos y de a ratos somos espirituales. Es decir que tenemos un problema. Los músicos pueden venir a la reunión y tocar con el alma, aunque cierren los ojos; o si yo predico y se te cae un lagrimón puede parecer espiritual, pero probablemente sea del alma. Hay gente que sirve a Dios con las emociones, desde lo almático. Hay hombres que están cantando a Dios, pasa una mujer y piensan: “Qué linda minita, está para partirla al medio…”, porque no están en el espíritu sino en la carne. Nosotros no debemos juzgar si alguien es espiritual o no, debemos mirar hacia adentro y orar: “Señor, yo quiero ser espiritual, quiero reaccionar con tu palabra que viene a mi espíritu”.
Dios pone su palabra, la revelación, en nuestro espíritu. Cuando yo estoy predicando, es Dios quien te está hablando al alma y al espíritu ¿Qué es revelación? Revelación es cuando Dios le da una verdad a tu espíritu y vos exclamás: “Ahhhhh”. Si vos me escuchás y decís: “Qué linda la charlita, lo del alma me gustó mucho”, la palabra fue a tu alma. Pero si viene a tu espíritu, se produce un “ahhhhh”, porque Dios te da una revelación para tu vida que te expande el espíritu, te sana la mente y te bendice el cuerpo. ¿Qué más ocurre en el espíritu? Hay comunión con Dios. Cuando vos estás en la iglesia, por la música tu cuerpo se puede mover y tu alma se puede conmover; o podés adorar “en espíritu y en verdad”. En una oportunidad cuando terminé de predicar, un señor que estaba por primera vez me dijo: “Muy bueno el discurso: introducción, desarrollo ABCD y conclusión”. Esa persona no me escuchó con su espíritu sino con su alma y analizó un discurso. Otra vez bajé de acá y alguien me dijo: “¡Aguante Boca, vamos Boquita!”. Esa persona no estaba en el espíritu sino con el alma encendida. Las cosas de Dios nos son del alma sino del espíritu. El espíritu toca tu alma y toca tu cuerpo. Y lo tercero que tiene lugar en el espíritu son los dones de poder. Nosotros no servimos con el alma y decimos: “Dale, vení a la iglesia; dale, recibí a Cristo”. No es por presión, es por exposición a la palabra. Soltamos la palabra y descansamos en el Dios Creador y su promesa de que todo nos va a salir bien. El problema de muchos cristianos es que son almáticos maduros, almáticos inmaduros o almáticos carnales. Necesitamos creyentes espirituales que tomen su alma, sigan creciendo en el área inmadura y crucifiquen su carne cada día. Cristianos que funcionen con la palabra que viene a su espíritu, con la comunión en el espíritu, con los dones del espíritu y con la fe que proviene del espíritu.
Vos venís a la reunión y alimentás tu espíritu. Cuando recibís una palabra en tu espíritu, se te levanta la fe. Tal vez tu alma sigue medio loca… pero tu espíritu se levanta en el poder del Señor. Ahora, vos vas mañana a tu trabajo y te encontrás con personas que tienen el espíritu muerto y funcionan con el alma. Por eso, les hablás de las cosas de Dios y no las entienden, porque las tamizan, las reciben con el alma. Podés sentirte bien con mucha gente porque tienen cosas en común y, sin embargo, no lográs una comunión con ellos de espíritu a espíritu. Entonces sentís que no encajás. Y para complicarla más, Satanás no quiere que el Espíritu Santo traiga a Jesucristo al corazón de la gente y que el espíritu humano tenga vida. ¿Qué hace el enemigo? Además de que el espíritu está muerto dormido y el alma es la que gobierna, el enemigo pone un velo en la persona. Eso le ocurrió al apóstol Pablo. Él era un asesino, iba en su caballo y Dios lo tiró al suelo. El caballo es símbolo del alma. ¡Dios te tiene que sacar del alma! Pablo quedó ciego. El Señor le preguntó: “¿Por qué me perseguís?”. “Señor, ¿quién sos?”. “Estás haciendo mal”. No podía ver pero a los tres días, alguien oró por él y recuperó la vista. Pablo aceptó a Cristo, tuvo vida y llevó a mucha gente al Señor. Y tiempo después, él escribió que Satanás le pone un velo a la gente para que no le resplandezca la luz de Cristo.
Por esa razón, vos le decís a alguien: “Vení a la iglesia, Cristo te ama y te va a perdonar, te va a libertar, te va a sanar, te va a ungir”. Y esa persona te dice: “Ahhh” y se va al tarotista, gasta $500 para que le diga: “Hay una rubia en tu vida que lo está partiendo al medio a tu marido”. Y uno se pregunta si es tonta o se hace… no, es que tiene un velo. ¿Qué tenemos que hacer nosotros? Orar y declarar que ese velo que Satanás puso se correrá. ¿Cómo pone ese velo el enemigo? A través de la cultura que La Biblia llama “mundo”. Mundo no es el planeta sino un sistema de pensamiento anti-Dios. Jesús dijo: “Ustedes están en el mundo (en el sistema) pero no son del mundo. Ustedes están en el mundo para orar y romper el velo; de esa manera mi Espíritu me traerá al corazón de la gente y el espíritu humano tendrá vida”.
¿Por qué mataron a Jesús? Porque los judíos pensaban que el Mesías sería un líder político. Cuando Jesús multiplicó los panes y los peces, todo el mundo quería coronarlo rey. Los judíos esperaban, y esperan hasta el día de hoy, un Mesías político que libertara Jerusalén. Pero el Señor vino y dijo que Él no era esa clase de Mesías. Por eso Pilatos le preguntó: “¿Tú eres rey?”. Porque Pilatos tenía miedo de que le hiciera un golpe de estado a Roma. Y Jesús le respondió: “Mi reino no es de este mundo, mi reino es espiritual”. Él no vino a fundar un país sino a ganar gente de todas las edades, de todas las culturas, de todos los países y de todas las circunstancias, que reciba su amor. Y los que creímos en Él ahora estamos bajo el Reino, el gobierno, del Señor y su palabra es la que nos habla, nos guía y nos bendice. Es decir que no somos del sistema pero estamos en el sistema para que la gente no se muera sin Cristo. El único que da vida es Jesús.
Ayer mi hija me dijo, y mucha gente también lo ha hecho: “Bueno, pero uno puede recibir vida en su espíritu de muchas maneras: Mahoma, Buda, San Felipe o el santo de allá”. ¡No! El único camino al Padre es Jesús. Él mismo dijo: “Yo soy el camino al Padre”. No hay otro camino. A María la honramos porque fue la mamá de Jesús, pero María no murió en la cruz y no resucitó. El único camino es Jesús. Por eso Él dijo que todo lo que pidamos al Padre en su nombre, Él nos lo dará. Y le di este ejemplo a mi hija: “Si por ejemplo, Samuel y Florencia se aman, él le puede preguntar a ella de quién es esa fotito porque su amor generó exclusividad, ya no hay más nadie. “Qué fanáticos que son, abran el juego, prueben con otra gente…”, dirá alguien. Cuando vos conocés el amor verdadero de Cristo, tenés exclusividad espiritual y no necesitás a más nadie porque ya conociste al que te ama de todo corazón eternamente. ¡Él es el único camino!
Nosotros venimos a la reunión a llenar el espíritu. De esta manera, la palabra que recibimos viene a nuestro espíritu, sube al alma y hace que la parte inmadura crezca y la parte carnal muera. Cuando estás fuera de la iglesia, tenés que elegir si vas a reaccionar con el alma, con el alma sana, con el alma inmadura, con el alma carnal o con el espíritu. Cuando estás en la iglesia, tenés que elegir si vas a adorar con el alma madura, con el alma carnal, con el alma emocional o con el espíritu. Y cuando tu espíritu recibe la palabra, crece y eso hace que tu vida sea gobernada por otro Reino. No es un cambio de religión, es un cambio de vida.
Un sabio había prosperado mucho y un hombre le preguntó cómo lo había logrado. “Bueno, te voy a dar el secreto de la vela”. “¿Cómo es eso?”. “Yo te doy una vela para que recorras todo mi palacio pero si se apaga la vela, te mato”. Entonces el hombre recorrió todo el palacio cuidando que la vela no se apagara. Cuando llegó, el sabio quiso saber si le había gustado su palacio. “Oh, impresionante”. “¿No apagaste la vela?”. “No”. “¿Y qué viste?”. “Mucho no pude mirar porque miré la vela”. El sabio le dijo: “Cuando esa luz sea Cristo en vos, y vivas enfocado en cuidar la presencia de Dios en tu vida, Él te prosperará. Pero no te distraigas con el palacio, cuidá lo más valioso que es la presencia de Dios en vos. Amá al Señor y seguí creciendo para que Él te pueda hablar como espiritual, no como carnal ni almático”. Nosotros no podemos cambiar a nadie porque todo esto es sobrenatural, pero podemos soltar la palabra y decir: “Señor, estoy orando y sé que a esta persona vos la cambiarás, se le caerá el velo y te recibirá en su corazón. Saldrá del reino de las tinieblas y pasará al Reino de Jesucristo”.
Cuidá la luz que Dios te ha dado. Le estoy hablando a tu espíritu. A veces la mente no entiende pero tu espíritu recibe. He estado en reuniones donde Dios me dio cosas de las que ni yo me enteré. Dios salta tu mente cuando sos muy racional o muy emocional. ¿Por qué? Porque se te ensancha el alma, sos muy almático y te cuesta funcionar en la dimensión del espíritu. Como cuando vino Marcos Yaroide y una persona me dijo: “Qué buena onda, todos saltando”. Era almático y no entendía lo que estaba pasando, que estábamos adorando en el espíritu, trayendo la presencia del Señor. Por eso Pablo dijo que el espiritual entiende todo pero el que no es espiritual no entiende nada. Nosotros no debemos juzgar quién es espiritual y quién no, sino mirar hacia adentro y orar: “Señor, yo quiero crecer y que cuando alguien me ataque con su alma, yo pueda responder no con armas humanas, sino espiritualmente porque vos me respaldás”.
Como iglesia tenemos que orar porque la gente no se puede morir sin Cristo. Me preguntaron por qué si alguien muere se va al infierno cuando Dios hizo el infierno para Satanás. Dios te da 70, 80, 90 años y te dice: “Si vos querés venir al cielo conmigo, tenés que recibir a Cristo, ese es tu pasaporte; y si no querés sacar el pasaporte, está bien. Pero a mi Reino no entrás sin un pasaporte”. ¿Sabés qué es el infierno? El infierno es un eterno duelo lejos de la presencia de Dios, porque uno decidió no tener el pasaporte. La gente necesita entender que Jesús es el pasaporte, no permitamos que el enemigo confunda más a nadie. Orá por alguien esta semana, soltá una palabra para que reciba a Cristo y tenga el pasaporte a la vida eterna, más allá y más acá. El Señor ha ministrado su palabra a nuestro espíritu y se levanta revelación, se levanta fe, se levanta autoridad, se levanta lo milagroso. Nuestra alma inmadura crecerá y crucificaremos la parte carnal de nuestra alma.