«Nací en una familia musulmana en Niamey (Niger). Mi abuelo era conocido por ser un jerife muy poderoso. Cuando cumplí veinte años empecé a hacerme seriamente la pregunta sobre mi futuro eterno: ¿Qué sucederá después de la muerte? ¿Cómo estar en contacto con Dios? Al final decidí ir a un cura y pedirle el libro de los cristianos. Se sorprendió un poco debido a mi petición, pues sabía que yo era musulmán. Sin embargo me proporcionó un Nuevo Testamento (era exactamente el 4 de septiembre de 1985). Por primera vez tenía en mis manos un libro cristiano. ¡Estaba emocionado!
Me apresuré a leerlo empezando por el Evangelio según Mateo. Después de haber leído el capítulo 5, interrumpí mi lectura, pues no podía continuar. En toda mi vida nunca había leído algo tan hermoso. La enseñanza era pura, ¡todo respiraba verdad y santidad! Lo que leí respecto al tema de la ira, del amor hacia los enemigos: “A cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra” (Mateo 5:39), parecía salir de la misma boca de Dios.
Estaba conmovido. Sabía que ni yo ni ninguno de mi comunidad, incluso los más piadosos, cumplíamos ni siquiera un solo principio definido en este capítulo. A partir de ese día nació una seguridad en mi corazón: el libro de los cristianos contiene la verdad; ese libro es la Palabra de Dios».
«Tuve que salir de mi país para continuar mis estudios en una escuela de ingenieros en Costa de Marfil. Por consejo de mi hermano dejé mi Nuevo Testamento y llevé el Corán… Al regresar a Niger, durante las vacaciones, volví a tomar mi Nuevo Testamento para concluir con mi búsqueda.
Cierto día, mientras estaba sentado solo en un parque, vi pasar ante mí toda mi vida y, pese a mi religión, ese día descubrí que mi vida era un fracaso. Vi mis numerosos pecados, mi impotencia para transformarme y mi gran incertidumbre en cuanto a la muerte. Entonces me eché a llorar. Pero luego, por primera vez, oré a Jesucristo y le pedí perdón.
Al instante supe que mi clamor había sido oído. Una paz y una alegría indescriptibles me inundaron. Era feliz porque estaba perdonado. Había oído la voz de Dios y era salvo.
Me puse a leer el Nuevo Testamento durante días y noches enteras. Descubrí la persona de Jesús, quien proclamó el sermón de la montaña. Leí los pasajes que hablan sobre sus milagros, su muerte, su resurrección, y en mi corazón tuve la convicción de que Jesús es verdaderamente el Hijo de Dios. Ahora cuento a todos, sin miedo, sin vergüenza y con seguridad, que me convertí al Señor y que soy cristiano. Desde el día de mi conversión mi vida ha cambiado totalmente. Camino con Jesús y espero su venida sin temor para que me lleve junto a él». Moulaye Oumar
Fuente: Amén-amén-net