Por David Wilkerson
Recientemente una querida mujer cristiana me dijo, “estoy aprendiendo mi propósito en la vida a través de una clase que estoy tomando.” Ella estaba terminando un curso de ocho semanas para ayudar a las personas a descubrir su llamado.
Ella dijo que todos en la clase estaban ansiosos por encontrar su propósito. Escuche a un pastor en la radio anunciando algo similar. Él ofreció ayudar a su audiencia a descubrir sus dones espirituales, si pedías su encuesta, la llenabas y la regresaba, su equipo evaluaría sus dones en particula, entonces ellos te dirían como encontrar tu lugar en el Cuerpo de Cristo.
Una pareja ministerial me escribió: “Hemos estado buscando formas para cumplir el llamado de Dios en nuestras vidas, pero nos hemos encontrado con toda clase de obstáculos, estamos tan desalentados que a veces tenemos deseos de darnos por vencidos.”
Quizás esta pareja se vuelva a los recursos que estos otros están usando. Estoy seguro que tales herramientas ayudan hasta cierto grado. La Biblia dice que Dios le da dones a su pueblo, y yo creo que hay llamados especiales, pero estoy convencido por las Escrituras que hay un solo propósito para todo creyente. Nuestros llamados específicos están reunidos en un solo propósito, y todo don mana de este. Y si perdemos este propósito, todos nuestros deseos y persecuciones serán en vano.
Jesús resume nuestro único propósito en Juan 15:16: No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto.” Nuestro propósito es simplemente este: somos llamados y escogidos para llevar fruto.
¿Cuál es el fruto que debemos llevar?
Muchos cristianos sinceros piensan que llevar fruto simplemente significa traer almas a Cristo. Pero llevar fruto significa algo mucho más grande aun que ganar almas. El fruto al cual Jesús esta refiriéndose es ser semejantes a Cristo. Sencillamente, llevar fruto significa reflejar la semejanza de Jesús. Y la frase “mucho fruto” significa “la siempre creciente semejanza de Cristo.” El crecer cada vez más a la semejanza de Jesús es el propósito central en la vida. Tiene que ser el centro a todas nuestras actividades, nuestro estilo de vida, nuestras relaciones.
Ciertamente, todos nuestros dones y llamados – nuestro trabajo, ministerio y testimonio–deben fluir de este propósito central., si yo no soy semejante a Cristo en mi corazón – si no me estoy convirtiendo notablemente mas como el—he perdido el propósito de Dios para mi vida totalmente, no importa lo que yo logre para su reino, si pierdo este solo propósito, he vivido, predicado y luchado en vano.
Ves, el propósito de Dios para mi no puede cumplirse por lo que hago por Cristo.
No puede ser medido por nada que yo logre, aunque sane a los enfermos y eche fuera demonios. No, el propósito de Dios se cumple en mi solo por lo que me estoy convirtiendo en él.
La semejanza de Cristo no se trata de lo que yo hago por el Señor, sino acerca de cómo soy transformado a su semejanza.
En las mentes de los discípulos, el templo en Jerusalén era grandioso, una obra piadosa, un logro magnifico. Ellos llevaron a Jesús en una visita para mostrarle la grandeza de las estructuras, el gran gentío que se reunía a diario, todas las actividades religiosas que tomaban lugar allí. Pensaron que Cristo estaría tan impresionado como ellos En lugar de eso, Jesús echó agua fría sobre su entusiasmo. Él les dijo, en esencia, “Todo esto va a caer. Ninguna piedra permanecerá. Todo este gentío se va dispersar, y aun los pastores huirán. Todo lo que esta aquí que los impresiona—todo lo que parece tan religioso—será rechazado. Y sucederá porque esto no revela a Cristo. Esta centrado en el hombre, y revela al hombre.”
El hecho es, los discípulos estaban enfocados en el templo equivocado. Ellos tenían sus ojos sobre este templo hecho por los hombres. Su enfoque estaba en la actividad religiosa. Y eran impresionados por las cosas equivocadas. Lo que pasaba allí no representaba al Padre, el templo se había convertido en una guarida de ladrones y cambistas. Los profetas y sacerdotes estaban buscando lo suyo. Ellos hasta robaban y abusaban de sus propios padres. El templo nada tenia que ver con los propósitos de Cristo. En resumen, Jesús re-enfoco la atención de los discípulos sobre el templo espiritual. Como Pablo escribiría mas tarde a la iglesia, “¿No sabéis que vuestro cuerpo es templo del Señor?”
El hecho es, el Espíritu Santo esta en su templo en todo tiempo. Él habita en nuestros cuerpos. Y él esta preparado para en llevarnos a su propósito en cualquier momento. Eso significa que debemos tener nuestra casa espiritual en orden.
Hay tiempos cuando somos llamados a hacer justo juicio. Las Escrituras llaman a cada cristiano a descubrir falsa doctrina y falsos profetas. Los ministros en especial deben denunciar en la casa de Dios aquello que no es como Cristo. Pero Pedro dice que el juicio comienza en la casa de Dios. Y “casa” no solo significa la iglesia, sino nuestro templo humano también. Yo debo juzgarme a mi mismo—mirar la condición de mi propio templo—antes que pueda juzgar cualquier cosa que vea en la iglesia. Jesús dice, “Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará;… El que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego y arden.” (Juan 15:2, 6).
Cualquier cosa en la iglesia que no sea un reflejo de Cristo—cualquier cosa que sea corrupta o falsa, o no lleva a su pueblo a su semejanza—será tratado. Jesús lo echara fuera. Y el hará que ese ministerio y sus perpetradores malos se sequen. Con el tiempo, él lo descubrirá, los llevara a bancarrota y lo cerrara del todo.
Estoy convencido que si cualquier cristiano viviendo hoy en día pudiera haber caminado a través del templo en el tiempo de Jesús, se hubiera entristecido por lo que vio. Sacerdotes echándose dinero en los bolsillos deshonestamente, la avaricia y corrupción, locura por el dinero—todo seria asombroso. Ese cristiano se preguntaría, “¿Por cuánto tiempo soportara el Señor tal necedad en su casa?” Pero, lo cierto es, la condición del templo no nos preocuparía. Jesús echó fuera la maldad que había allí. Él trajo un látigo y limpió la casa de su Padre. Y echo abajo todos los ministerios corruptos que operaban en ella. Hoy, servimos al mismo Cristo que limpia templos. Y él es fiel para echar fuera toda corrupción en su iglesia, en su tiempo y a su manera. Si él quiere, él puede echar abajo a cada falso profeta de un día para el otro. Por lo tanto, debemos confiar que el se encargara de su iglesia. Nuestra parte es asegurarnos que ninguna mundanalidad entre en nuestro propio templo humano.
Pablo dice, “Somos llamados según sus propósitos.”
“Sabemos, además, que a los que aman a Dios, todas las cosas los ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados.” (Ro. 8:28). El mensaje de Pablo aquí, es sencillo: “Todas las cosas deben estar obrando para bien en las vidas de aquellos que aman a Dios y andan en sus caminos.”
La verdad me hace pensar:
¿Por qué hay tanto desanimo y pena entre los cristianos? ¿Por qué hay tantos pastores desgastados, cansados y dejando el ministerio en hordas alrededor del mundo? ¿Por qué hay tal atroz competencia entre ministerios? Veo iglesias por todas partes enlodadas en el materialismo y en profundas deudas. Y todo el tiempo, la gente ruega por respuestas en sus vidas.
Pregunto: ¿Cómo puede ser esta la vida abundante que Pablo dice que debemos disfrutar? No se parece en nada a la buena vida. Honestamente, parece una vida de miseria.
Solo entra en cualquier librería cristiana y lee los títulos en los estantes. La mayoría son libros sobre ayuda propia sobre como vencer la soledad, como sobrevivir la depresión, como encontrar plenitud. ¿Y esto por qué? Es porque lo tenemos todo al revés.
No somos llamados a ser exitosos, a estar libres de problemas, a ser especiales, a “lograrlo.” No, estamos perdiendo el único llamado, el único enfoque, que debe ser el centro de nuestras vidas: el ser fructífero en la semejanza de Cristo.
Cuando yo tenía veintinueve años, un evangelista mayor y bien conocido me invito a almorzar. Él me aconsejó, “Si no has “llegado” de aquí a que tengas cincuenta años, nunca llegaras. Yo tengo cinco años más, y después de eso, mis oportunidades de éxito se van. Así, que voy a comenzar un programa nacional de televisión.” Pensé dentro de mí, “¿Lograrlo, llegar? Esto no me suena como el lenguaje del llamado de Cristo. Poco después, Dios puso a este hombre en el estante. Se perdió en el olvido, todos sus sueños se quebrantaron. Tristemente, escucho historias como esa en mis viajes estos días. Varios ministros me han dicho, “voy a construir una mega-iglesia.” Un hombre que una vez asistió a nuestra iglesia me dijo, “Me enojo tanto cada vez que veo a los demás lográndolo en grande, mientras que yo tengo tantas necesidades financieras. Ahora es mi turno. Voy hacer lo que sea.” Lo ultimo que supe es que la ley esta detrás de él. Lo cierto es, muchos de nosotros somos llamados a ser cristianos ordinarios. Pero ponemos mucha presión sobre nosotros mismos para estar al día con el espíritu competitivo del mundo hoy. Nosotros presionamos a nuestros hijos a ser doctores, abogados, gente de negocio prominente, hasta ministros “exitosos.” Pero no tenemos que producir nada para encontrar nuestro propósito en la vida. No tenemos que levantar edificios, escribir libros o atraer un gentío. Pablo dice que somos predestinados para ser conformes a la imagen de Cristo, y ese es nuestro único propósito: “A los que antes conoció, también los predestinó para que fueran hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos.” (Ro. 8:29). Jesús estaba completamente entregado al Padre, y eso era todo para él. Él declaró: “Yo no hago ni digo nada excepto lo que mi Padre me dice.” Pablo nos esta diciendo que cada creyente debe seguir el mismo patrón y dirección, tener el mismo centro de interés: “Estoy aquí para mi Señor.” Así que, ¿quieres llevar “mucho fruto” que viene de ser mas como Cristo? Yo me hice esa pregunta mientras preparaba este mensaje. Y el Espíritu me susurró, “David, debes estar dispuesto a mirar como tratas con los demás.” Sencillamente, llevar fruto tiene que ver como tratamos a la gente. Cumplimos el propósito de nuestra vida solo mientras comenzamos a amar a los demás como Cristo nos ama. Y crecemos mas como Cristo mientras nuestro amor por los demás aumenta. Jesús dijo, “Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado; permaneced en mi amor.” (Juan 15:9). Su mandamiento es claro y sencillo: “Ve y ama a los demás. Da a los demás el amor incondicional que te he mostrado.
continuara…
Nada que agregar, la sabiduría celestial del hermano David lo dice todo.Me ha tocado el alma, gracias y miles de bendiciones!!!